En 1919 un joven poeta llamado Jorge Guillén (1893-1984) conoció al gran amor de su vida, Germaine Cahen (1897-1947), una joven francesa con la que se casaría dos años más tarde. De inmediato, comenzó entre ambos una correspondencia incendiaria, un epistolario amoroso que “impresionará honda y gratamente a los lectores” por su emoción e intensidad, en palabras de Guillermo Carnero, prologuista de la obra que lo da a conocer.
793 cartas escritas entre 1919 y 1935 por Guillén, muchas de ellas en francés, la lengua de Germaine, que destruyó las suyas antes de morir en 1947, “convencida de que se publicarían si no lo hacía”- explica Margarita Ramírez, viuda de Claudio Guillén y editora del libro.
Aquí os dejo una selección de esas cartas que hablan de amor y literatura, y de arte y amigos, como Lorca, Alberti o Bergamín, y que ven la luz la semana que viene en un volumen titulado “Cartas a Germaine (1919-1935)” , editado por Círculo de Lectores y Galaxia Gutenberg.
Hubiera querido no decir nada
[Guéthary, 9 de julio de 1921]. 9.25 du soir - heure française
Chérie (con qué intensidad, con qué placer pienso: chérie), te escribo en una especie de terraza del hotel al que llegarás el próximo viernes. Tu habitación, número 7, está todavía enyesándose. La de tus padres, también. Decididamente, nosotros vendremos aquí, a las habitaciones 11 y 12, el 1.° de agosto (en el tercer piso). La señora o señorita propietaria acaba de decirme: creo que la señorita Cahen está prometida. He añadido... conmigo -dudando-, porque no sé si se dice avec o à. Hubiera querido no decir nada. Pero el deseo ha sido más fuerte que yo. He cenado en el hotel: claro, elegante, muy bien armonizado, silencioso, con un chic inglés. Vestidos claros, una atmósfera que exige a toda costa la joven en flor. Y he pensado lo bien que estarás, bien, bien en este decorado, hasta qué punto tus vestidos claros resultarán deliciosamente claros y estivales, qué fina estarás, qué bonita, qué chic, qué correcta (sí, correcta, esto es esencial en la impresión), cómo se revelará tu finura profunda con claridad y gracia -sí, gracia, escribo gracia.
(Ya no veo, vuelvo al mirador.)
Las once.
Me he quedado unos minutos deliciosos pensando en ti. ¡Cuánto ganas con este decorado, chérie, pero con justicia, ya que te siento tan armoniosamente dentro de este conjunto! Te voy a querer mucho durante nuestra estancia aquí. Tú tendrás también que ser buena y tierna conmigo, ¿comprendes? Tengo unas ganas locas, locas, de ver pasar rápidamente este mes. ¡Que prisa tengo por verte estival! Tengo la enorme suerte de tenerte, Germaine querida. Alabo al Señor en todos sus cielos. En los momentos logrados de mi existencia, ¡te siento tan profundamente! Y no es una transposición. Es que tú estás en tan esencial acuerdo con todo lo que es bello para mí: es una bobada pero ha ocurrido: me he sorprendido, contemplando el mar, haciéndome tu elogio como a un extraño, con todo tipo de explicaciones.
Ya estos últimos tiempos, te echaba de menos demasiado. Me fastidia esto de estar lejos -separado-. Ayer por ejemplo. Palencia estaba muy sugestiva también -de una forma completamente diferente de la de Guéthary-.
Y yo tenía como un remordimiento de estarte robando toda mi alegría, que necesito hacerte compartir, ya no para doblarla, sino para multiplicarla infinitamente.
Ya no veo el mar -recuerdo del lago de Ginebra-. Pero las cosas van francamente mejor ahora. ¡Cuánto camino hecho! Qué desgraciado era. Qué feliz soy. Hemos hecho un esfuerzo enorme. En este momento me sorprende mucho y me enorgullece. Tengo confianza en nosotros, tengo confianza en mi (nuestra) estrella, tengo confianza en mi (nuestro) destino. ¿Por qué no estás aquí? Estoy ebrio de ti, de nosotros, de cosas bellas, de esperanza, de confianza.
Dentro de veinte días, aquí. Pronto, libres y en las Baleares. Maravilloso.
Chérie, te abrazo, te abrazo, prolongadamente, te agradezco que te llames Germaine Guillén.
Completamente tuyo, profundamente
Jorge
Todo es vago, salvo tú y yo
Murcia, 25 de febrero de [1]926
«Sólo sé ya cantar» -chérie- o como podría decir una variante: «Sólo sé ya volar». He tenido que interrumpir mis cánticos para comenzar a escribirte. Te lo puedes imaginar muy bien. Después de haber compuesto, en día de sol, sabes que canto fatalmente. No, no te envío el poema de hoy porque hay una estrofa que quiero revisar hoy mismo. Estaba repasándolo después de comer. Ayer le cogí (es uno de los de París de este año), y esta mañana le continué. Añade a estos momentos de gozo, mi íntima ocupación amorosa. [ Je pense à toi tout le temps,...] Pienso en ti todo el tiempo, como antes, como cuando se está enamorado de una mujer, y ella todavía es futuro. Y lo maravilloso es que, aquí, de mi mujer pasada tomo toda mi ansiedad hacia la que me va a llegar, muy nueva, no desconocida (qué juego tan superficial el de lo desconocido), sino más que conocida, y segura. Estoy seguro de no soñar en falso o en solitario. No, no, mil veces no. La mujer que persigo sin cesar con mi imaginación existe realmente, y en mi realidad muy cercana, que se volverá maravillosa, sólo por ella, por su simple presencia.
Chérie: mi encanto de mujer amada, acariciada, mimada, mi encanto de mujer mía, «para mí solo, en mí solo, en mí mismo, y junto a un corazón, del verso fuente». (Me lo sé de memoria.)
Mi amor, te juro que me sería imposible, que sería imposible improvisar con quien fuese -(con la más extraordinaria de las mujeres)- este amor nuestro, tan trabajado, tan cultivado, tan largamente, tan ricamente preparado y logrado. Se necesita una cultura para llegar a este extremo. Y pienso seriamente en toda clase de gongorismos -de arte o de vida-. Pienso en el amor de los nuevos amantes, en los recién casados. Pienso en las primeras etapas de nuestro viejo amor. Qué torpeza, y no pienso solamente en la torpeza física (muy importante, por otra parte), sino en toda la minuciosidad perfecta, sólida, inquebrantable, de nuestro acuerdo. ¡Qué músicos! Eres buena, chérie, por haber ido a Trégastel, por haber querido, por seguir queriendo. Chérie, hay que seguir cultivando, seguir cuidando siempre este amor, este gusto que tenemos el uno por el otro. Son nuestros hijos -mis palabras- lo más importante de esta vida mía, nuestra. Yo me digo: para esto, no tenemos necesidad de hacer nada, sino dejarnos vivir, ya que es esto lo que nos sale bien. Pero si fuese necesario, cherie, haríamos lo posible y lo imposible, ¿verdad?, para mantener, afirmar, eternizar el acuerdo. Es nuestra obra principal, al menos yo siento que es la mía, que he dado esta vez con la obra maestra que hay que corregir infinitamente, retocar, refinar.
Oh, cómo te espero, con qué terrible y ardiente y loca y libertina paciencia. Alguna vez tengo casi (casi) miedo de imaginarte demasiado. De usar nuestros placeres a través de la imaginación, tu llegada, nuestra casa futura y nuestros secretos maravillosos en nuestra casa. Me digo. No. Basta. Pero, imposible. Tú, tú superas siempre mi expectativa -soy el nunca decepcionado, el nunca desalentado, el nunca cansado- de entusiasmo por esta renovación de interés y de unión que se llama mi mujer, ésta perpetua señorita Germaine en transformación sin fin, pero siempre en un Trégastel mágico.
Chérie, no te enfades conmigo si estoy alguna vez dentro de esa vaguedad española de la que sufres tanto. Todo es vago, salvo tú y yo, -«y junto a un corazón, del verso fuente».
¿Vaguedad? No. No es hoy, sino mañana, viernes, 26, cuando veré a Vindes con Payá. (Éste no puede antes y eso me molesta mucho.) No he querido decirte nada preciso sobre la casa mientras no sea nuestra...
Si lo es mañana, te daré toda clase de detalles enseguida.
Estate tranquila. Tendremos casa, y relativamente buena. Además, dice Vindes (yo no sé si será verdad) que estará la casa terminada en marzo. Así es que ya he comenzado ayer a hacer combinaciones sobre tu llegada y la de los hijos.
Te supongo a punto de marchar. Sí, ven cuanto antes lo más cerca de aquí. Habrás ya recibido los 1.000 francos que yo te mandé. La petición al padre ha tropezado (¡siempre tiene que ocurrir algo!) con la incertidumbre postal. Le escribí a Madrid cuando estaba en Biarritz, luego a Biarritz, cuando ya estaba en Valladolid. Ayer he vuelto a escribirle a esta ciudad última. Hoy voy a dirigirme a Julio hijo para saber si el padre lo sabe. ¡Ah! Hoy me ha llegado, por León Sánchez, un ejemplar de les Entretiens avec Paul Valéry. No traigas más que el de Guerrero. Dime a tiempo cuándo debo dejar de escribirte a París.
Besos,
Jorge
“Nos citamos en casa de Salinas”
Madrid, 19 de noviembre de [1]928
Chérie: ¡Qué compensación a tu breve carta de ayer, en la de hoy, maravillosa! ¡Te escribo con la intensidad, incluso amorosa, que da la rapidez en este café de la Gran Vía, y la Red de San Luis, en que no había entrado nunca! He dejado en la imprenta las segundas pruebas del 5.° y del 6.° pliego, corregidas en el Café de Gijón, donde todavía seguía charlando con Gerardo, quien ha llegado de improviso, después de un silencio de meses, de un Buenos Aires incógnito. Nos citamos en casa de Salinas, donde yo he comido (con régimen especial: modelo de la amabilidad), Gerardo, Alberti y Federico. (Éste es el único que ha faltado. Acaba de llegar también: alegre, magnífico, animadísimo.) Esta mañana terminé la lista de mis envíos de Cántico, estuve calculando las páginas definitivas (11 pliegos juntos), recibí tu carta del sábado en el momento de salir para casa de Salinas, ya a las dos...
Jorge
“Parecemos un equipo de futbolistas: Gerardo, Federico, Alberti, Dámaso, y yo”
Baeza, 15 de diciembre de [1]927
Chérie: Empiezo a escribirte en Baeza (creo que provincia de Jaén). Son cerca de las cinco. Excursión estupenda. Parecemos un equipo de futbolistas -por lo alegre- pero, aunque un poco ruidoso, no maleducado. Hemos salido a las 9.50, en primera, pagando el billete, que nos reembolsarán (José me telegrafió que no podía mandarme el kilométrico. ¡Qué lástima!). Vamos, pues: Bergamín, Gerardo (con su boina), Federico -¡por fin, después de mil negativas y coqueterías!-, Alberti, tranquilo, Dámaso, el más adecuado al exceso de la juerga colectiva (la borrachera es segura), Chabás (dormido ahora, nosotros estamos en el vagón restaurant, donde vamos a tomar el té), y yo, el único casi respetable -el único casado-. Estoy escribiéndote delante de todos, cínicamente. Risa, y más risa, anécdotas, tonterías, alegría y no ficticia, y versos. Hemos hecho un soneto entre todos, por el procedimiento aquel de “chez María Teresa”, dirigido a Dámaso Alonso. Se ha roto enseguida. Durante la comida, se han recitado versos, se han recordado, con gran amor, por casualidad, versos de Antonio Machado. (Y luego, nos hablaba un señor, profesor español de los Estados Unidos como a ¡gente de “vanguardia” peligrosa!) Es absurdo. Ni antes, ni después de ahora volverá a contemplar todo un departamento de un vagón, lleno de estos animales llamados poetas. Salimos de Baeza. (En Vadollano, un niño ciego cantaba cante jondo. “El saludo de Andalucía”, decía Federico.)
En Córdoba. Aquí termino. Todos dicen: ¡Viva D. Luis de Góngora! No tengo tiempo más que de penser, de sentir, de me dire mille choses tendres pour toi, mon amour, à travers ce Córdoba deviné. Teresa, Claudie, Toi. À tous. [... de pensar, de sentir, de decirme mil cosas tiernas para ti, mi amor, a través de este Córdoba adivinado. Teresa, Claudie, Tú. Vuestro...]
Abrazos, besos
Jorge
“Te espero -enternecido, enamorado, maravillado, seguro de ti-”
Sevilla, 11 de octubre de 1931. Domingo, 7 de la tarde
Chérie: Acabo de dejar -por hoy- tu, o mejor nuestro, poema. ¡No te asustes! Es de amor completo. Espero poder incluir y salvar todo lo inconvénient.
Te escribiré, pues, en prosa brevemente.
¿Qué te voy a decir después de nuestra conversación de ayer? (¡Benditas 12 pesetas! ¡Qué escándalo de telefónica!)
Je t'attends - attendri, amoureux, émerveillé, sûr de toi, de ta merveille («Tu total maravilla» -que dijo el poeta, a las seis y media de esta tarde). Chérie, je suis content, si prodigieusement content que je suis tranquille. Je t'offre, par-dessus tout - déjà - dans notre anniversaire, cet hommage: que ton mari t'attend avec plus d'espoir et de joie que jamais, et que je [ne] rêve rien de mieux pour moi, aujourd'hui, que ton arrivée, que la vie ne peut rien m'offrir de mieux que toi, ma femme. Voilà. [... Te espero -enternecido, enamorado, maravillado, seguro de ti, de tu maravilla (“Tu total maravilla” -que dijo el poeta, a las seis y media de esta tarde'). Chérie, estoy contento, tan prodigiosamente contento que estoy tranquilo. Te ofrezco, por encima de todo -ya- en nuestro aniversario, este homenaje: que tu marido te espera con más esperanza y alegría que nunca y que no sueño nada mejor para mí, hoy, que tu llegada, que la vida no puede ofrecerme nada mejor que tú, mi mujer. Eso es...]
Mañana lunes te enviaré el kilométrico, cambiaré libras -no todas- y las guardaré. No creo necesario -por lo que tú me dijiste- enviarte dinero. Pide el que necesites en el almacén, y yo lo repondré -si es necesario... No te olvides de traerme el libro de Valéry. Da mi dirección en El Norte. ¿Qué más? No tengo más encargos -si no es que hables de mí a los pequeños, para que no me olviden- y que les digas que su papá está contento en Sevilla pero que le desespera no ver a sus hijos hasta diciembre.
Creo, en definitiva, que esta combinación es la mejor: la más razonable, la más prudente, la más económica, y, durante algunos días -¡muy breves, hélas!- la más deleitosa: ¡Sevilla, tú y yo -solos y juntos!
Mis temores -los que ayer te exponía en mi carta- ¡entiéndelos bien; no me creas injusto! han desaparecido. Nuestra buena voluntad es superior a todo. Lo que depende de nuestro ánimo marcha, y marchará bien. ¡Si en todo lo demás -que nos es ajeno- ocurriese lo mismo! Je t'aime : voici la question. Ou plutôt, la réponse, mon éternelle réponse ! Je t'embrasse, bien entendu [... Te quiero: ésa es la cuestión. O más bien la respuesta ¡mi eterna respuesta! Te abrazo, por supuesto]
Jorge
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