miércoles, 23 de enero de 2013

Mal de piedras, de Milena Agus


Mal de piedras, Milena Agus
Nuevos Tiempos Ediciones Siruela, 2008















A veces se necesita leer algo así: simple, sencillamente bello, tierno y breve. En ocasiones, el cerebro lector necesita un poco de oxígeno, un soplo de aire fresco que le airee la rutina literaria. Mal de piedras es un bocado exquisito, aperitivo de unas 113 páginas que se engullen fácilmente de una sentada, lo cual me encanta. Confieso que cuando más disfruto las historias es cuando las leo del tirón, sin parones. Eso me permite no desconectar y entregarme por completo a lo narrado. La mayoría de las veces no es posible por falta de tiempo o por exceso de páginas, pero existen casos como este en el que se produce el milagro. Lo bueno, si es breve, dos veces bueno.


Mal de piedras es la historia de abuela, una princesa que no sabe que lo es. Se cree y la creen loca, pero su sensibilidad y su manera de ver la vida la convierten en un ser especial como pocos. Abuela no conoce el amor, o quizás no es consciente de su experiencia. El mundo le importa un pimiento; solo le preocupa encontrar la cosa principal, esa que hallará junto al Veterano y que quedará atrapada entre las hojas de un cuaderno negro con bordes rojos.  Ese amor inesperado, pero ansiado hasta el delirio, la define a la perfección nada más llegar a su vida: “Tiene usted la actitud de una princesa. No se preocupa del mundo a su alrededor, es el mundo el que debe preocuparse de usted. Su único deber es existir”. Así es abuela. Así nos lo cuenta su propia nieta, narradora que reconstruye hábilmente la vida de las mujeres que la antecedieron, que no es otra que la historia de cualquier mujer o ser del mundo deseoso de amar y ser amado que en un momento de su vida recibe el mensaje iluminado: hay que empezar a vivir, porque la vida es mucho más que un instante concreto, que una piedra cualquiera que nos daña. Hay que vivir por encima de todo, de las locuras, de las pérdidas y de los propios sueños. 

Esta novela corta está llena de reflexiones y muestra con sencillez la pureza de los deseos humanos más básicos, la búsqueda de lo principal, del motor de nuestra existencia. El relato se construye con piedras, cuya finalidad es entorpecer el camino que diseñamos hacia la felicidad. El título del libro alude a la enfermedad de piedras en el riñón que matan a los hijos nonatos en el vientre de abuela, pero esas piedras tienen sus correlatos en los escombros de las ciudades tras la guerra, en los pétreos corazones incapaces de sentir, en los que rotos han perdido lo que amaban, en las piedras que arrojan sobre un alma sensible las miradas acusadoras de miserias y sinsentidos. En fin, rocas que nos golpean  a todos alguna vez, y que las vecinas de Cagliari tomaban sabiamente a risa, pues era todo tan infinito que no podían pararse a pensar en la vida, que era tan poquita cosa. 

miércoles, 16 de enero de 2013

El aguador de Sevilla, Francisco Robles



 El aguador de Sevilla, Francisco Robles
Algaida Editores, Sevilla, 2012







A veces la mentira no es más que la forma depurada de la verdad. He aquí el quid de la cuestión, la clave de la novela histórica que nos ocupa. El aguador de Sevilla es una obra bifronte, como el dios Jano que nos mira doblemente desde la fuente del patio de la sevillana Casa de Pilatos. La novela se construye sobre un juego de dualidades, parejas inseparables como el ser y el querer ser, la historia y la ficción, el pasado y el presente, el padre y el hijo, el creador y lo creado, lo que se muestra y lo que se oculta, y, por encima de todo, el tema central de la obra (y de la vida): la verdad y la mentira, anverso y reverso de una misma moneda que sirve para comprarlo casi todo (página 256).

Los lectores encontrarán en El aguador de Sevilla un apasionante thriller histórico construido con los mejores materiales. Francisco Robles se vale de la vieja técnica narrativa del manuscrito encontrado, con una ligera variante: la del manuscrito vivido premeditadamente para contarlo; consiguiendo así amplificar la sensación de credibilidad de la historia. El narrador escribe las páginas que leemos como transcripción de lo que otro personaje, con autoridad intelectual suficiente, ha ido compartiendo con él a partir de unos hechos perfectamente planificados con un fin muy claro: desenmascarar la falsedad del arte usando como instrumento a uno de los grandes genios universales, Diego Velázquez. Así, el personaje de James R. Silver resulta una especie de Cide Hamete Benengeli que va a proporcionar a Luis todos los datos necesarios para escribir la novela vivida en parte por ellos mismos. El resultado es una novela redonda, con una pátina final de verosimilitud hasta en el propio epílogo de agradecimientos que remata la obra.

Silver, un eminente restaurador británico prepara un golpe que (como si fuera un trasunto de un inmortal Vélazquez que ha vuelto para vengarse) hará temblar los cimientos del mundo artístico. Para ello, contará con la complicidad de Luis, un joven crítico en busca de su propia identidad, y de la periodista Helen Apple, encarnación actual de la Venus del espejo.

El verdadero autor, Francisco Robles, consigue en su obra dar perfecta vida a quien ya la tuvo, enfrentando al lector ante un Diego Velázquez ambicioso y calculador, capaz de falsificar su propia existencia para lograr lo que desea. Hay en las páginas de este libro un magnífico retrato de la Sevilla del Siglo de Oro, puerto y puerta de las Indias, pero también ciénaga amurallada por el castigo de la peste. Al leerlo, bien parece que el autor ha desoído la vieja recomendación a los artistas: Prohibido crear la verdad. Si no la crea, sí la recrea con eficacia; algo que los lectores de novela histórica agradecemos enormemente.

Se puede afirmar que esta novela tiene mucho de pictórica en cuanto a que cada una de sus páginas rezuma óleo, pigmentos y “tierra de Sevilla” (muestra de ello son las descripciones que permiten al lector la contemplación de ambientes dignos del pincel de Cézanne); pero también podemos calificarla como novela metaliteraria, llena de intertextualidades (identificables desde Cervantes a Cernuda, sin necesidad de ponerse estupendo pues quien lo probó lo sabe…) y de teoría literaria desarrollada en paralelo a la obra. La propia novela cuenta cómo se está construyendo, cómo es y cómo debe ser. Así, por boca de Silver se nos dice: una novela es como un cuadro, tiene que haber algo bajo las peripecias o los colores, algo que vaya más allá de la aventura o de un contraluz (pgn. 235-236). Literatura y pintura cogidos de la mano en la prosa brillante de Francisco Robles.

El aguador de Sevilla completa sus 335 páginas a base de pinceladas que nos van descubriendo, a medida que avanzamos en la lectura, la imagen de dos cuadros. El lector ve cómo se van dibujando estas dos pinturas, simultáneamente, a partir de los brochazos que intercalan saltos de espacio y tiempo alternativos. El autor va completando con cada episodio los matices de dos cuadros complementarios: uno refleja, enmarcada en el siglo XVII, la existencia de Diego Rodríguez de Silva y sus esfuerzos por ser el Velázquez que ambiciona; otro retrata, desde la contemporaneidad del siglo XXI, el misterioso plan de acción de Silver. Cada pincelada nos va dando nuevos datos, afinando siluetas, definiendo rostros, matizando espacios, como piezas de un puzle perfectamente dosificadas que dejan la respiración del lector contenida al compás de la de los personajes.

Solo al final, somos capaces de ver la obra terminada, ambas escenas completas para encajar la verdad y la mentira del pasado y el presente. Una sola moneda con anverso y reverso: ficción e historia, mentira y realidad, arte y comercio, verdad y negocio… En conjunto, una más que recomendable novela de Francisco Robles, periodista, escritor y, para los sedientos lectores de buena literatura, aguador de Sevilla. 

domingo, 13 de enero de 2013

Firmin

Firmin es uno de esos libros capaces de salvarte de una mala racha, de recordarte por qué te gusta tanto aislarte del mundo entre papeles y letras que, demasiado a menudo, últimamente no te aportan más que cualquier serie de televisión mirada a desgana. Y es que Firmin es uno de esos libros capaces de devolverte la esperanza en eso que tú siempre has creido tan firmemente: el poder mágico de la lectura.

La fórmula secreta de esta novelita (y que quede claro que el diminutivo no tiene nada que ver con su valor, sino más bien con la ligereza de su lectura) es un auténtico misterio que la hace aún más deliciosa. Para empezar, Firmin es la historia de una rata que aprende a leer por una necesidad fisiológica tan común como es el hambre. Este ratoncito, que desde el principio logra conmovernos y que se hace cada vez más humano (y por ende más desgraciado) a lo largo de las páginas, nace en el sótano de una librería en el Boston de los años sesenta en una camada de doce ratitas más. Así, la falta de alimento materno le lleva a explorar sus alrededores en busca de comida y empieza a alimentarse de libros. Este dato inicial nos sirve como ejemplo de toda una serie de metáforas que durante toda la novela conectan continuamente con la sensibilidad y la experiencia del lector. Y es que esta obra es una novela para lectores vocacionales, para esas personas que disfrutan devorando libros, para los que encuentran entre las páginas y los renglones los caminos que en su vida diaria no pueden tomar, para todos aquellos que se refugian en la lectura en busca del sustento vitalicio que les falta. Firmin está repleto de apuntes literarios y guiños al lector, que te van enganchando a medida que vas leyendo, logrando que no quieras detenerte.

Llama la atención poderosamente que este libro sea una opera prima. Sam Savage, doctor en Filosofía por la Universidad de Yale donde fue profesor, ha sido mecánico de bicicletas, carpintero, pescador y tipógrafo. En cualquier caso, se deduce por su novela que Sam Savage ha sido ante todo un lector. Puede pensarse que el personaje Firmin es un trasunto de Savage, que al fin logró escribir sus memorias como la propia rata desea y planea con tanto cuidado. Si es así, el resultado es del todo positivo. Un libro de fácil y cómoda lectura que te deja un dulce y placentero sabor a humor mezclado con ternura, a literatura y recuerdos, a sueños personales y mundanal decadencia. Sam Savage ha sido capaz de crear uno de esos personajes inolvidables que tienen vida propia, una ratita quijotesca que desde las primeras páginas en su soledad lectora, en su amor no correspondido, en su incierto futuro, se nos antoja tan humana que nos recuerda a nosotros mismos…


viernes, 11 de enero de 2013

Como tú y como yo

"Después de la verdad no hay nada tan bello como la ficción". Estas palabras del poeta Antonio Machado cobran su sentido pleno cuando se lee algo semejante a Como tú y como yo, libro de relatos de Berta Carmona Fernández. Y es que en las trece historias que lo componen se halla la belleza de la ficción bien escrita, pero también (y lo que resulta a mi parecer más interesante) la belleza de la verdad.


Leyendo este libro he encontrado verdad en cada personaje, en cada palabra y cada mensaje. Quizá es esta realidad sincera la que consigue de manera tan eficaz que el lector quedé atrapado desde la primera página hasta la última. Pero no crean que se trata de un crudo retrato de nuestros días. No, es mejor que eso. Es un  reflejo de vidas como otras cualesquiera, con la peculiaridad de que se permiten grietas por las que penetre la magia, el optimismo, los sueños, la esperanza... Más que realismo mágico, resulta una especie de "magia realista", tan necesaria en estos tiempos que nos han tocado vivir.

En la obra de Berta Carmona encontramos una serie de caminos torcidos que nos permiten saborear el amargor de un amor frustrado bajo el lapacho rosado o el dulzor de la miel y la canela que rezuma un corazón cuando se entrega. Con una prosa brillante, esta autora sevillana logra que creamos en los sueños, que confiemos en ellos aunque parezcan locuras, que creamos plenamente en sus personajes. Lo consigue dibujando un paisaje que se corresponde con nuestro destino humano. Es cierto, son como tú y como yo. Nos avisa desde el propio título y, sin embargo, sigue sorprendiéndonos cuando al leer reconocemos nuestra propia conciencia atormentando a algún protagonista. Leemos y ocurre: un pensamiento ajeno pero reconocible nos golpea al avanzar cada frase hasta herirnos los ojos de realidad, hasta colorearnos de rojo las pupilas ante la página que nos muestra frente a frente con valentía nuestra propia verdad, esa a veces tan dífícil de encontrar y que tan fácil hallamos luego en la sencillez del mensaje de Esperanza. Leemos la música y advertimos que también se puede paladear. Nos convertimos en cómplices de los secretos de Teresa, del testamento del abuelo, de los amores frustrados y las promesas ahogadas en lejía. Leemos y aprendemos que el Sena puede fluir dentro de un cubo de agua removida por una fregona que sueña con la felicidad a kilómetros de París. Como una muñeca rusa, desentrañamos cada una de las narraciones de Como tú y como yo e identificamos en los jirones de la piel de los protagonistas algunas de nuestras propias heridas, y sentimos que no es la suya sino la nuestra la sangre que mana de ellas. Hasta con el agua al cuello, tenga o no lejía, recordamos que podemos reir y soñar y creer. 

Berta Carmona puede sentirse orgullosa de la hermosa bandera que ha tejido con sus relatos, bandera de la patria que todos necesitamos hoy: la del optimismo, la ilusión y los valores que hacen que la vida merezca la pena. Os aseguro que encontraréis en los relatos de este libro auténticas "piezas con espíritu", productos de la alquimia de una gran profesional de las palabras. Podéis haceros con él por un precio mínimo, menos de lo que gastamos en un desayuno:
http://www.amazon.es/Como-t%C3%BA-como-ebook/dp/B00APV3I9O

"Todo lo que ves aquí tiene alma", le dice el abuelo a su nieto en el relato "Testamento". Tomo prestadas esas palabras para aplicarlas a esta obra. Cada historia, cada personaje y cada página tiene alma. Como tú y como yo. Así de sencillo, así de valiente.


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