domingo, 22 de mayo de 2011

El enigma de la bondad

 Escribir es bueno. Yo no concibo la vida sin la escritura. De hecho, podría con gran dolor no leer, pero jamás podría dejar de escribir. Creo que me consumiría sin palabras. Elvira Lindo nos invita hoy desde su página de El País a reflexionar sobre las bondades de la escritura:

Escribir es bueno. Habría que ver cómo estaríamos algunos de la cabeza si no escribiéramos. Cuántas neurosis se desatarían, cuánta actividad mental iría destinada tan solo a manías compulsivas. Escribir es bueno. Aún recuerdo aquellos días en que, aconsejado por ese sabio que fue el doctor Lozano, mi suegro Paco, que andaba con la memoria un poco perdida, fue recuperando fuelle mental escribiendo un diario del que secretamente yo le iba robando páginas. Cuando murió, saqué las páginas de un cajón y se las di a su hijo, que las recibió asombrado, emocionado: "¿De dónde sale esto?". Yo sabía que el espíritu del hombre que no había escrito nunca, hasta aquel terapéutico diario, aparecería nítido entre las esforzadas frases que narraban un día cualquiera: he comido habichuelas, he bajado al perro, he ido dos veces a la plaza (mercado), no he visto casi la televisión. No hay demasiadas opiniones sobre la vida, solo hechos concretos, que nosotros sabemos interpretar con el recuerdo de su temperamento activo y obediente con las autoridades médicas. No ver demasiado la tele era el primer mandamiento del sabio Lozano. Escribir es bueno. Es bueno, fácil y barato, aumenta la capacidad de concentración y pone en marcha una actividad neuronal a las que mis amigos científicos sabrían ponerle nombre.
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