jueves, 13 de junio de 2013

Sólo un pie descalzo, de Ana María Matute

Título: Sólo un pie descalzo
Autora: Ana Mª Matute
Ediciones Destino
267 páginas
Ilustraciones de Albert Asensio












Ya había leído la historia de Gabriela hace años, cuando yo misma era una niña poco mayor que ella; y me había fascinado la magia que la rodeaba, la dulzura de la prosa con que su madre literaria había narrado sus sorprendentes peripecias. Habían pasado muchos años –décadas incluso- desde que mis ojos recorrieron por primera vez la geografía de este cuento de Ana María Matute y apenas recordaba ya los detalles de su argumento. Lo que sí se mantenía vivo en mi recuerdo era la etiqueta mental que entonces le había dado: “libro para leer en voz alta”. Déjenme que les aclare que en mis primeros años como lectora –casi también coincidentes con los primeros de vida- sin más criterio literario que el repeluco de mis propias entrañas, solía clasificar los libros que leía con etiquetas tales como:
-“Malo. Olvidarlo.” (Y nunca más se sabía de ellos, caían en el agujero negro de los libros que no se habían escrito para mí.)
-“Ahora no me gustó. Leer más adelante.” (En estos casos había cierta esperanza, pues solían ser libros que por mi edad no llegaban a atraparme pero que intuía que podían hacerlo en el futuro. En la mayoría de los casos, no me equivocaba.)
-“Bueno. Lectura rápida, entretenida”. (Solían ser libros que me gustaban sin más, pero que sabía que –con todo lo que había por ahí pendiente para leer- no me ocuparía en releer jamás.)
-“Excelente. Para leer en voz alta”. (Estos eran los mejores, los que se disfrutaban, se saboreaban en voz alta, como si estuvieran hechos de música. Eran libros con los que no me importaba pasar horas, leer con lentitud, y al terminarlos sabía que algún día volveríamos a encontrarnos.)

Pues bien, con Sólo un pie descalzo así ha sido. Gracias a Ediciones Destino que ha emprendido el genial proyecto de reeditar nueve cuentos infantiles clásicos de la Matute, se ha producido el reencuentro. Ya están en librerías los dos primeros: El saltamontes verde y el aquí reseñado Sólo un pie descalzo. A ellos seguirán próximamente: Paulina, Caballito loco, El país de la pizarra, El aprendiz, El polizón de Ulises, El verdadero final de la Bella Durmiente y Carnavalito. El resultado de los dos primeros títulos ha sido una edición maravillosa, cuidada con el mimo de quien sabe el valor de lo que tiene entre las manos, con una disposición muy limpia del texto encuadrado escueta y elegantemente en cada página y, por añadidura, con el regalo visual de las ilustraciones que Albert Asensio ha concebido en perfecta consonancia con la esencia del propio texto y el alma de los personajes. En conjunto, un marco apetecible.


Sólo un pie descalzo narra la infancia de Gabriela, una niña que, por una razón desconocida incluso para ella misma, solía perder a menudo un zapato –y sólo uno, no los dos- provocando el enfado en los mayores y, consecuentemente, un sentimiento de tristeza y marginación en ella misma. Pero un día la pequeña descubre algo muy especial: que existe un país para seres con un solo zapato… o un asa rota, o sin tapadera, o con una pierna menos, o que simplemente quedaron anticuados, inservibles y olvidados del resto del mundo. Lo que ocurre una vez que traspasa esa puerta dejo que lo descubran personalmente.

Reencontrarme con Gabriela ha sido una experiencia deliciosa. No recuerdo qué extraje de su lectura la primera vez –más que aquella consideración de ser digna de leer en voz alta- pero hoy  por hoy he hallado en esta historia tierna y hermosa a la niña que fui, a esa persona nueva que descubre el universo de su alrededor y se enfrenta a su hostilidad con fantasía, esa pequeña que crece queriendo sólo que la quieran, a ratos maldiciendo y a veces anhelando su invisibilidad; la personita que encontraba en las cosas raras y únicas su esperanza particular.

Al leerlo es imposible no plantearse cuánto tiene Gabriela de Ana María Matute, la pequeña tímida y tartamuda que empezó a escribir con tan sólo cinco años y creció narrando mundos que le hicieron merecer premios como el Planeta, el Nadal, el Nacional de Literatura o el Cervantes. Parece fácil reconocer en esta protagonista algo o mucho de la eterna niña Ana María que hoy ocupa una silla en la Real Academia de la Lengua con la letra más rara de todas, la k.

Sólo un pie descalzo, al fin y al cabo, puede ser la historia de cualquiera que busca su lugar en el mundo y necesita que le recuerden que todos tenemos alguna tara, que como decía el final de aquella alocada película: Nadie es perfecto.

Recomendable lectura tierna y amable, dulce y melodiosa, para leer en voz alta. Ningún infante debería crecer sin conocer a Gabriela. En definitiva, un cuento infantil para niños sin edad.

lunes, 3 de junio de 2013

Cien de diez, de Enrique Barrero

En la ciudad donde habita el olvido de un modo especialmente cruel para los poetas (bien lo sabe el mismo Cernuda, que sufre el silencio administrativo hispalense en este 2013 cuando se cumplen cincuenta años desde que Paloma Altolaguirre encontrara su cuerpo inerte junto a una pipa y un libro de doña Emilia Pardo Bazán) se presentó la pasada semana en el corazón de tan ingrata urbe el nuevo poemario del que es, a mi juicio, uno de los grandes poetas sevillanos actuales: Enrique Barrero.

Conocí los versos de Barrero hace tiempo cuando descubrí su blog “De cimas y subsuelos” a través de la bitácora de Enrique Henares (al que desde aquí agradezco que siempre me descubra nuevos gozos lectores y permita que saquee su biblioteca a mi antojo). Pues bien, en el mencionado blog el autor cumplía el titánico reto de componer una décima diaria, lográndolo de manera admirable desde el 7 de marzo de 2010 hasta el 30 de noviembre de 2012 sin interrupción. Como resultado de tamaña hazaña conservamos el tesoro de mil décimas maravillosas que siguen a día de hoy albergadas en el sitio http://decimasysubsuelos.blogspot.com.es/ para deleite de todo navegante ávido de versos.

Fruto del ejercicio lírico constante que el poeta realizó durante esos mil días, hoy tengo entre mis manos el poemario Cien de diez, recopilación de cien de esas décimas, agrupadas en diez bloques de diez poemas conforme a la temática inspiradora. Punta Umbría, la luz del mar, estampas andaluzas, vivencias cofrades, esquinas hispalenses, familia, maestros, menudencias, el tiempo y los sentimientos de hondura son los ejes sobre los que se organiza la obra. Cien décimas en las que queda patente la soberana capacidad de Enrique Barrero para reconstruir la vida propia con arquitectura de versos, traduciendo recuerdos y emociones que todos cosechamos como sólo los elegidos pueden hacerlo. Como muestra, a continuación algunas de mis debilidades personales escogidas:

HIJA MÍA

Hoy has nacido, hija mía.
Hermana de dos hermanos.
En esas pequeñas manos
cabe toda mi alegría.
Es este tu primer día
como un milagro pequeño.
Mira el mundo –te lo enseño-
o, mejor, duerme en mis brazos,
que está el mundo hecho pedazos
y yo velaré tu sueño.


ROSARIO DE MONTESIÓN

Perla blanca. Escala al cielo
por el nácar de un rosario.
Transparente relicario
donde cabe todo anhelo.
El mundo va a ras de suelo
con sus lodos y sus barros
pero todos los desgarros
me los alivia tu cara,
bendita mirada clara
de la Plaza de los Carros.

VIEJA BICICLETA

Oxidado el manillar
y pinchadas las dos ruedas
no recorres las veredas
que lindaban con el mar.
Hoy de aquel pedalear
queda poco, apenas nada.
Abatida y desinflada
junto a tristes trastos viejos
tus pedales son espejos
de una infancia arrinconada.

Para quien no conozca al autor, Enrique Barrero Rodríguez nació en Sevilla en 1969 y es escritor, poeta y profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de la citada ciudad. Su primer libro de poemas vio la luz en 1995 bajo el título Colección de sonetos para un sueño. A este siguieron: Breve nombre de amor (1996), Cien sonetos de amor (1996), Mejor indiferencia que esperanza (1998), La luz en tu mirada (1998), El tiempo en las orillas (2000), Poética elemental (2002), Varón de Dolores. Poemas de la Semana Santa de Sevilla (2005), Sur adentro. Acuarelas y poemas (2005), Fe de vida (2007), Liturgia de la voz abandonada (2009) e Instantes de la luz (2011). En su currículum literario, los premios poéticos recibidos ocupan varias páginas; imposible citarlos todos sin que el lector se agote en el repaso.

Los versos en Cien de diez demuestran una vez más la calidad de su autor, calidad literaria y personal; porque en la lectura de estos poemas es inevitable percibir -entre metáforas, encabalgamientos, anáforas y sinestesias- la humanidad del hombre que los ha compuesto, ese “yo poético” que se nos revela entrañable y generoso en una exposición sincera de su intimidad. Poesía clásica y poesía humana, con la verdad del corazón y la vida ondeando como bandera de una patria lírica exquisita y distinguida de la que don Enrique Barrero es justo gobernante. 
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