viernes, 13 de mayo de 2016

Aviso a navegantes

A partir de ahora este blog quedará inactivo definitivamente. Seguiré escribiendo sobre literatura, libros, palabras, lenguaje y más asuntos de mi interés en un nuevo blog: Filología y vida. Os dejo la nueva dirección por si os apetece seguir leyéndome ahí: https://anaparrilla.com/. Me encantaría que lo hicierais.

Gracias por acompañarme todo este tiempo, por las visitas y los comentarios.

¡Felices lecturas!




lunes, 9 de febrero de 2015

Sin pretextos para no leer y con Pre-Textos para hacerlo

Vuelvo a casa, a la física en la que habito ahora y a la virtual que es este rincón de Internet últimamente abandonado. Tras un año de locura, con mil cambios y tareas pendientes, al fin, de vuelta de mi querida Italia puedo decir que pasó todo, que aquí quedó la historia y la vida, que nunca se detiene, al menos parece llamada a asentarse a partir de ahora. Así, espero poder volver a retomar el contacto con la realidad y la literatura compartida en estas redes que tanto nos atrapan. Mi reloj marca el tiempo con más pausa y recupero feliz mi tiempo para vivir como me gusta, VIVIR... Y en esa vida, otras vidas leídas y escritas para no llegar a conformarse con la que a uno le toca.

Vuelvo a casa y me encuentro que ya no hay pretextos para no detenerse como antes entre páginas, que se acabaron las excusas para no asomarme de vez en cuando a este blog y recontaros el cuento de una lectura más. No quedan ya motivos para seguir atropellándome a mí misma cada semana, estoy en casa y felizmente me he encontrado con 35 Pre-textos para seguir leyendo. Así, literalmente.

El 2015 empezó con la buena fortuna de ganar el concurso que la editorial valenciana (http://www.pre-textos.com/) había convocado para celebrar su 35 aniversario. El premio llegó a casa en forma de caja repleta de buenos libros, tantos que al verlos me han creado una especie de síndrome de Stendhal, un estrés lector que intento templar con la indecisión de elegir la primera presa: ¿Al amor de Vallejo o el Tríptico de Praga? ¿Los Maia de Queirós o Algo de mí mismo de Kypling? ¿Artaud, Valle-Inclán, Trapiello, Moreno Villa, Henry James, Azorín...? ¿Una huida a Francia, un verano tardío, la historía de Tönle, el gato encerrado...? ¿A qué mundo me asomo primero? Sea cuál sea, no puedo tener más motivos para sonreír y para esperar con ilusión ese momento final del día que dedico a otras vidas. Una mágica conjunción de astros ha hecho que la vida me regale tiempo a la vez que una editorial querida y admirada me obsequia con tantos buenos ejemplares a los que entregarse. Gracias a Pre-Textos por este regalo inmenso. Les deseo que el futuro esté repleto de cumpleaños tan llenos como este de buena literatura.



viernes, 16 de enero de 2015

Esto no es una reseña: "El cielo de Lima"

Hace ya más de un mes, quizá dos, que lo cerré tras haber leído cada una de sus páginas. Y sin embargo, no he sabido olvidarlo. Lo veo en mi biblioteca personal, junto a los libros leídos y por leer, entre el Romance en París de Hessel (Ah, qué recuerdos…) y  La soledad del corredor de fondo de Sillitoe (¡Impedimenta, bendita seas!), y no puedo evitarlo: una fuerza ajena a mi voluntad mueve mi mano y obliga a mis dedos a acariciar su lomo en un acto de fingido encuentro fortuito. Lleva ocurriendo una y otra vez desde entonces, desde que nos despedimos en su última página. Mis ojos, al buscar una nueva presa en el estante, conociendo bien su situación en el mismo, se topan siempre con ese lomo mitad blanco mitad lila puntillado. Él aguanta imperturbable mi patético y repetido numerito. Y no puedo dejar de tocarlo una vez más, aunque sea fugazmente, con la torpeza de quien se hace el encontradizo sin éxito, con la lentitud de quien pasea con deleite por un viejo paisaje amado, con la suavidad con la que sus palabras me hicieron entrar en una historia que disfrazada de mentira me supo a verdad en cada frase. Lo toco y siento la necesidad de no dejar de hacerlo. Quizás porque a fuerza de caricias quisiera devolverle algo de lo mucho que me dio en aquellas horas de apasionada lectura. Tal vez sea mi forma silenciosa de aplaudirle, de intentar trasmitirle el mensaje que mis huellas dactilares susurran en ese impulso tonto e irreprimible de tocarlo una vez más. Hoy se lo digo aquí, en este blog que moribundo dejé abandonado por falta de todo, y lo escribo alto y claro: “Gracias por el viaje. Estoy segura de que volveré a ti algún día”. Y me da igual que esto no sea una reseña, porque no lo es. No voy a detenerme en decir qué tiene de magnífico  El cielo de Lima, ni trataré de encontrar la manera de explicar por qué me atrapó la historia y por qué no pude dejar de leerlo desde la primera página. Y no quiero buscar las palabras para alabar lo bien escrito que está ni para gritar a los cuatro vientos el tiempo que hacía que no me encontraba con una novela así. Y tampoco me preocuparé de que quede claro que todo aquel que, como yo, idolatre a Juan Ramón Jiménez tiene que leerlo; y que el que no pues también, porque en realidad Juan Ramón y esos jóvenes esbozos de poetas solo son una excusa para enfrentarnos con la búsqueda de uno mismo y la verdad y la mentira que todos llevamos dentro y fuera. Ni siquiera me detendré a explicar quién es su autor, Juan Gómez Bárcena, del que, dicho sea de paso, apenas sé nada; ni me tomaré tiempo para decir lo merecido que creo que es el Premio El Ojo Crítico de Narrativa más todos los que vengan. Y no daré las gracias a Salto de Página por editarlo. Y no, no, no… porque no sabría hacerlo, porque llevo intentando hablaros de El cielo de Lima desde que terminé de leerlo hace meses y no he sido capaz. Por eso, esto no es una reseña. Es solo una sincera declaración de amor a un libro que espera callado en la estantería, sin saber que ya es uno de mis favoritos, que me devolvió las ganas de seguir leyendo, que él solito despertó este blog y a esta lectora que no puede ni quiere dejar de toparse con él.


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