Algaida Editores, Sevilla,
2012
A veces la mentira no es más que la forma depurada de la verdad. He
aquí el quid de la cuestión, la clave de la novela histórica que nos ocupa. El aguador
de Sevilla es una obra bifronte, como el dios Jano que nos mira doblemente desde
la fuente del patio de la sevillana Casa de Pilatos. La novela se construye sobre un juego de dualidades, parejas
inseparables como el ser y el querer ser, la historia y la ficción, el pasado y
el presente, el padre y el hijo, el creador y lo creado, lo que se muestra y lo
que se oculta, y, por encima de todo, el tema central de la obra (y de la vida): la verdad y la mentira, anverso y reverso de una misma moneda que sirve para comprarlo casi
todo (página 256).
Los lectores encontrarán en El aguador de Sevilla un apasionante thriller histórico construido con los
mejores materiales. Francisco Robles se
vale de la vieja técnica narrativa del manuscrito encontrado, con una ligera
variante: la del manuscrito vivido premeditadamente para contarlo; consiguiendo
así amplificar la sensación de credibilidad de la historia. El narrador escribe las
páginas que leemos como transcripción de lo que otro personaje, con autoridad
intelectual suficiente, ha ido compartiendo con él a partir de unos hechos
perfectamente planificados con un fin muy claro: desenmascarar la falsedad del
arte usando como instrumento a uno de los grandes genios universales, Diego Velázquez.
Así, el personaje de James R. Silver resulta una especie de Cide Hamete Benengeli
que va a proporcionar a Luis todos los datos necesarios para escribir la novela
vivida en parte por ellos mismos. El resultado es una novela redonda, con una
pátina final de verosimilitud hasta en el propio epílogo de agradecimientos que
remata la obra.
Silver, un eminente restaurador
británico prepara un golpe que (como si fuera un trasunto de un inmortal Vélazquez
que ha vuelto para vengarse) hará temblar los cimientos del mundo artístico. Para
ello, contará con la complicidad de Luis, un joven crítico en busca de su
propia identidad, y de la periodista Helen Apple, encarnación actual de la
Venus del espejo.
El verdadero autor, Francisco
Robles, consigue en su obra dar perfecta vida a quien ya la tuvo, enfrentando
al lector ante un Diego Velázquez ambicioso y calculador, capaz de falsificar
su propia existencia para lograr lo que desea. Hay en las páginas de este libro un
magnífico retrato de la Sevilla del Siglo de Oro, puerto y puerta de las Indias,
pero también ciénaga amurallada por el castigo de la peste. Al leerlo, bien parece que el autor ha desoído
la vieja recomendación a los artistas: Prohibido
crear la verdad. Si no la crea, sí la recrea con eficacia; algo que
los lectores de novela histórica agradecemos enormemente.
Se puede afirmar que esta novela
tiene mucho de pictórica en cuanto a
que cada una de sus páginas rezuma óleo, pigmentos y “tierra de Sevilla” (muestra
de ello son las descripciones que permiten al lector la contemplación de ambientes
dignos del pincel de Cézanne); pero también podemos calificarla como novela metaliteraria, llena de intertextualidades (identificables desde Cervantes a Cernuda, sin necesidad de ponerse estupendo pues quien
lo probó lo sabe…) y de teoría literaria desarrollada en paralelo a la obra. La propia novela cuenta cómo se está construyendo, cómo es y cómo debe ser. Así, por boca de
Silver se nos dice: una novela es como un
cuadro, tiene que haber algo bajo las peripecias o los colores, algo que vaya
más allá de la aventura o de un contraluz (pgn. 235-236). Literatura y
pintura cogidos de la mano en la prosa brillante de Francisco Robles.
El aguador de Sevilla completa sus 335 páginas a base de pinceladas
que nos van descubriendo, a medida que avanzamos en la lectura, la imagen de
dos cuadros. El lector ve cómo se van dibujando estas dos pinturas, simultáneamente, a partir de los brochazos
que intercalan saltos de espacio y tiempo alternativos. El autor va completando
con cada episodio los matices de dos cuadros complementarios: uno
refleja, enmarcada en el siglo XVII, la existencia de Diego Rodríguez de Silva
y sus esfuerzos por ser el Velázquez que ambiciona; otro retrata, desde la
contemporaneidad del siglo XXI, el misterioso plan de acción de Silver. Cada
pincelada nos va dando nuevos datos, afinando siluetas, definiendo rostros, matizando
espacios, como piezas de un puzle perfectamente dosificadas que dejan la respiración del
lector contenida al compás de la de los personajes.
Solo al final, somos capaces de ver la obra terminada, ambas escenas completas para encajar la verdad y la mentira del pasado y el presente. Una sola moneda con anverso y reverso: ficción e historia, mentira y realidad, arte y comercio, verdad y negocio… En conjunto, una más que recomendable novela de Francisco Robles, periodista, escritor y, para los sedientos lectores de buena literatura, aguador de Sevilla.
Solo al final, somos capaces de ver la obra terminada, ambas escenas completas para encajar la verdad y la mentira del pasado y el presente. Una sola moneda con anverso y reverso: ficción e historia, mentira y realidad, arte y comercio, verdad y negocio… En conjunto, una más que recomendable novela de Francisco Robles, periodista, escritor y, para los sedientos lectores de buena literatura, aguador de Sevilla.
2 comentarios:
Buena reseña. La novela tiene buena pinta, así que la tendré en cuenta.
Besos, me quedo por aquí :)
Muy bueno
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