Cuento mi vida pero lees la tuya.Nombro un paisaje de mi infancia y tú visitas-tramposo- aquel camino de arena hacia la playapor donde corre un niño feliz, que no soy yo.Actúas siempre así, lo sé por experiencia.¿Que importa que yo tenga un nombre propio?Tú lo expropias. Si hablo de mi pueblo,es tu ciudad. Se transfigura en álamoel pino de mi casa. Mis amigosson mis desconocidos de repente.Y hasta mi amada es ya tu amada.Yo cuento sílabas, tú cantas, silbasponiendo música a mis letras, musicandoal ritmo que te gusta.De todo cuanto digo escuchas sólolo que a ti te interesa, quizá lo que no dije,sin que haya forma así de no entendernos.Te entiendes y me entiendo, porque al pasar la páginavuelves mis versos del revés, reversostuyos. Debí de sospecharde ti, que no te ocultas,que robas a la luz amable de una lámpara.Yo soy el que me oculto. Cuando escribo,tú vives y eso es todo. Como te dijo Bécquer:Poesía eres tú.Y yo el poema.
Enrique García-Máiquez.
Casa propia, Renacimiento.
3 comentarios:
Pero pese a todo, sin mí (lector), tu no serías. Tus letras serían como el color sin luz, pura nada.
Totalmente de acuerdo, Rafael.
Gracias por tu comentario.
Y aún hay gente que busca a dios... qué más dios que dar vida a lo inerte y crear todo un universo lleno de sensaciones, olores, sabores...
¡Te quiero, rubia!
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